O narrador, o director de juego, o el término que prefieras.
Algunos opinan que ser máster es un coñazo, que tienes que trabajar mucho para que después ni siquiera se sigan las tramas que elaboras. Hay a quien le da pereza y procrastina hasta que se abandona la partida. Para mí es todo lo contrario.
Me encanta crear partidas e improvisar. Me gusta mucho "ser" el escenario y todos los actores, excepto los protagonistas. Siendo máster puedo ser el jugador que quiera, y no verme constreñido a un único personaje. Puedo saltarme las únicas leyes que rigen el universo, las puntuaciones de la ficha, siempre que lo desee, y salvar y condenar jugadores dependiendo de lo bien o mal que hayan hecho las cosas.
Ser máster es tener el poder sobre el mundo, el mundo en el que los jugadores van a vivir.
Pero que este delirio de grandeza no oscurezca la verdadera labor de un máster. Un máster está ahí para ser el árbitro (aunque es difícil, porque también sueles haber apostado por algún caballo) y hacer que la aventura sea intensa y divertida. Odio esos másters que disfrutan jodiendo a los jugadores, como si humillarles fuera algún tipo de triunfo. Me caen especialmente mal los caprichosos, los de "pasa esto y os jodéis" sin venir a cuento. También me aburren los que siguen módulos al pie de la letra, sin dejar espacio a la improvisación, "porque no lo pone en el libro". Un buen máster tiene que ceder ante un buen argumento, saltarse las reglas si los jugadores lo merecen y dar sentido a lo que hacen.
Os animo a que os pongáis en esta situación. Al principio cuesta, pero con la práctica se acaban improvisando partidas enormes en cuestión de minutos.
Sí, definitivamente me encanta dirigir.
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