martes, 4 de septiembre de 2012

Yggdrasill: narrador #3

Tras una pausa bien larga, mis nórdicos preferidos entraron en la tumba de Baalgruf (ahora llamado Thormund) Matagigantes. Tras una travesía tranquila penetraron en la cueva y llegaron a la tumba de un poderoso Draugr, vestido con una armadura roja y con una gran espada a dos manos. Su violencia fue tal que destripó de un tajo a Lodin, el scalda, e hirió de gravedad a algunos más antes de ser abatido con un afortunado golpe.
Aún con la muerte de su compañero en las retinas, prosiguieron y llegaron a una estancia de techo alto, con un pedestal y una tumba. De ésta salió otro Draugr, con armadura azul, que no hizo ademán de atacar. Simplemente dijo: "para encontrar la salida hay que ver con los ojos de Odín". En el pedestal había dos pequeñas piedras totalmente redondas, muy pulidas, que los personajes utilizaron de muchas imaginativas maneras con tal de resolver el enigma. El Draugr simplemente se reía ante los vanos esfuerzos de los desdichados mortales, hasta que al berserkr (curiosamente) se le ocurrió mirar con un ojo tapado. Así, se le reveló la salida de la cueva.
Por último, llegaron a un abismo atravesado por una minúscula pasarela, al final de la cual esperaba un Draugr con armadura verde. La pasarela era decididamente pequeña, así que algunos de los personajes no podrían cruzarla. La volva se atrevió a curzar, atada a una cuerda y rezando a los dioses para que le dieran fuerza y agilidad. Tras unos tensos minutos, en los que más de una vez estuvo a punto de caer, llegó al otro lado de la pasarela con sus últimas fuerzas. También pasó el hirdmen, con más momentos tensos, y tras unos minutos de descanso ambos se aenturaron al final de la tumba.
Allí les esperaba Thormund, sentado en un gran trono y sobre muchos trofeos arrancados al enemigo. Su presencia era tan arrebatadora que la volva cayó inmediatamente en estado de shock. El hirdmen, envalentonado, pidió al héroe su espada. Éste se la dio con una condición: que en muerte le fuera su siervo. El hirdmen aceptó, y Thormund le cedió su enorme mandoble, sellando el destino del hirdmen. Tras esto, la imagen se desvaneció y tan sólo había un cadáver momificado sentado en un trono, con una corona sobre su cabeza.
Pero aún queda un suceso extraño. Cuando salieron de la tumba apareció Lodin, el scalda, sin recuerdo alguno de haber entrado en la tumba y preguntando a los personajes dónde se habían metido todo este tiempo.
¿Qué habrá pasado? ¿Magia, misericordia, engaño?
Eventualmente habrá respuestas.

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